Artémides Zatti: inmigrante, creyente, salesiano, enfermero y santo.
"Zatti amó a sus enfermos de manera verdaderamente conmovedora. Veía en ellos a Jesús mismo", expresa el último artículo, que compartimos en el día que Roma se viste de fiesta para celebrar la canonización de este salesiano coadjutor.
"Fiel al espíritu de Don Bosco, desarrolló una actividad incansable durante toda su vida, con excepción de los cinco días que pasó en la cárcel… por haber recibido en el hospital a un preso, que luego se fugó", relata.
"Pero sobre todo, fue un hombre de Dios. Uno de los médicos del hospital dijo: 'Creo en Dios desde que conozco al señor Zatti'", recuerda.
Su fama de “enfermero santo” se extendió rápidamente y el templo de la obra salesiana de Viedma, donde reposan sus restos, se convirtió en lugar en lugar de veneración popular.
"Cinco años después de su muerte, el pueblo de Viedma le dedicó un monumento. Y en 1975, la comunidad cambia el nombre del hospital regional por 'Artémides Zatti'", repasa el artículo. "En 1977 los obispos de Argentina solicitan al Papa el inicio del proceso para declararlo santo".
"El 14 de abril de 2002, el papa Juan Pablo II lo declara beato de la Iglesia católica".
Un santo en bicicleta
Antes de curar a otros, se También trazó un paralelismo entre la figura del leproso, samaritano curado y agradecido que presenta el Evangelio y la de Artémides Zatti: "El papa Francisco habló de Zatti como un santo que es ejemplo vivo de gratitud, esa virtud manifestada por samaritano sanado. Nuestro nuevo santo, una vez curado de la tuberculosis contraída por haber atendido a un salesiano afectado por ella, hizo voto a María Auxiliadora de que si sobrevivía consagraría su vida a los enfermos, y cumplió su promesa hasta el último día de su existencia. Antes de ser una persona que curaba, Zatti se reconocía como una persona curada”.
Siempre sobre Zatti, el cardenal recordó que "la razón de su existencia era la caridad", que su objetivo era "ser destinatario del cuidado de Dios, Padre de todos, y convertirse en signo de su luz", con un testimonio “que fue capaz de desarmar hasta a los más incrédulos”. Por ello resumió su acción como "heroica en la vida cotidiana, de una bondad genuina y contagiosa, sin interés y por tanto fecunda".
“Si tuviéramos que elegir una imagen simbólica de Zatti -añadió- creo que la más fiel sería la de Zatti con su bicicleta, el vehículo con el que iba a sus necesitados, pobres y ricos, con la bolsa de medicinas en una mano y con el rosario en la otra: por un lado, la ciencia humana con sus descubrimientos para erradicar las enfermedades y por otro, la súplica de un hijo a su Padre para obtener todas las gracias. Aquí está la síntesis de un hombre, un religioso, un santo”.
Y tras citar al salesiano monseñor Esteban Laxague, obispo de Viedma -la ciudad argentina donde Zatti expresó sus décadas de servicio- para recordar cómo la figura de Zatti sigue viva y presente hoy.
“Que su intercesión nos guíe e inspire a cada uno de nosotros en el cumplimiento de la misión diaria que se nos pide. Pidamos ser capaces de agradecer el don de la vida, oremos por todos los salesianos, especialmente los hermanos coadjutores, y también por los médicos y enfermeras para que sepan cuidar a los enfermos con la misma humildad y disponibilidad sin fronteras”, concluyó.