Domingo de Ramos: Dios nos salvó sirviéndonos
El papa Francisco celebró hoy, Domingo de Ramos, la misa que da inicio a la Semana Santa en el altar de la Cátedra de San Pedro, con la basílica vacía. Pocas personas para el rito litúrgico y tan solo un puñado de fieles. El pontífice dijo en su homilía que en su Pasión, Jesús “nos sirvió hasta el punto de experimentar las situaciones más dolorosas de quien ama: la traición y abandono” y el “drama de la pandemia que estamos atravesando, nos obliga a tomar en serio lo que cuenta, a no perdernos en cosas insignificantes”. “No pensemos tanto en lo que nos falta, sino en el bien que podemos hacer”, dijo Francisco
En el altar están el pontífice, algunas personas que asisten el servicio litúrgico y apenas un puñado de fieles; el pueblo sigue la celebración por la televisión o vía streaming. Sobre todos se levanta, dominante, el crucifijo de San Marcelo, aquel delante del cual el 27 de marzo el papa Francisco rezó, pidiendo por el fin de la epidemia.
En la homilía, Francisco pone de relieve el misterio de la Pasión del Señor: “Dios –dijo– nos salvó sirviéndonos. Normalmente pensamos que somos nosotros los que servimos a Dios. No, es Él quien nos sirvió gratuitamente, porque nos amó primero. Dios nos salvó dejando que nuestro mal se ensañase con Él. Y el Padre sostuvo el servicio de Jesús, no destruyó el mal que se abatía sobre Él, sino que lo sostuvo en su sufrimiento, para que sólo el bien venciera nuestro mal, para que fuese superado completamente por el amor”.
El Papa subrayó: “El Señor nos sirvió hasta el punto de experimentar las situaciones más dolorosas de quien ama: la traición y el abandono”.
Al referirse a la traición, el pontífice recordó, ante todo, el accionar “de la institución religiosa que lo condenó injustamente” y de “la institución política que se lavó las manos”. A esto se suman “nuestras infidelidades.
“¿Y qué hizo el Señor, para venir a nuestro encuentro, para servirnos? Lo que había dicho por medio del profeta: «Curaré su deslealtad, los amaré generosamente». Nos curó cargando sobre sí nuestra infidelidad, borrando nuestra traición. Para que nosotros, en vez de desanimarnos por el miedo al fracaso, seamos capaces de levantar la mirada hacia el crucificado, recibir su abrazo”.
Y al centrarse en el tema del abandono, Francisco explicó: “En el Evangelio de hoy, Jesús en la cruz dice una frase, sólo una: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Es una frase dura. Jesús sufrió el abandono de los suyos, que habían huido. Pero le quedaba el Padre. Ahora, en el abismo de la soledad, por primera vez lo llama con el nombre genérico de “Dios”. Y le grita «con voz potente» el “¿por qué?” más lacerante: ¿Por qué, también Tú, me has abandonado?”.
“¿Y todo esto para qué? Una vez más por nosotros, para servirnos. Para que cuando nos sintamos entre la espada y la pared, cuando nos encontremos en un callejón sin salida, sin luz y sin escapatoria, cuando parezca que ni siquiera Dios responde, recordemos que no estamos solos”.
“”He aquí hasta dónde Jesús fue capaz de servirnos: descendiendo hasta el abismo de nuestros sufrimientos más atroces, hasta la traición y el abandono. Hoy, en el drama de la pandemia, ante tantas certezas que se desmoronan, frente a tantas expectativas traicionadas, con el sentimiento de abandono que nos oprime el corazón, Jesús nos dice a cada uno: ‘Ánimo, abre el corazón a mi amor. Sentirás el consuelo de Dios, que te sostiene’”.
Como conclusión, el Papa dijo: “El drama que estamos atravesando nos obliga a tomar en serio lo que cuenta, a no perdernos en cosas insignificantes, a redescubrir que la vida no sirve, si no se sirve. Porque la vida se mide desde el amor. De este modo, en casa, en estos días santos pongámonos ante el crucificado, que es la medida del amor que Dios nos tiene”.
“Y, ante Dios que nos sirve hasta dar la vida, pidamos la gracia de vivir para servir. Procuremos contactar al que sufre, al que está solo y necesitado. No pensemos tanto en lo que nos falta, sino en el bien que podemos hacer”.
“Es cierto que puede costarnos amar, rezar, perdonar, cuidar a los demás, tanto en la familia como en la sociedad; puede parecer un viacrucis. Pero el camino del servicio es el que triunfa, el que nos salvó y nos salva la vida”.
“Quisiera decirle de modo particular a los jóvenes, en esta Jornada que desde hace 35 años está dedicada a ellos. Queridos amigos: Miren a los verdaderos héroes que salen a la luz en estos días. No son los que tienen fama, dinero y éxito, sino son los que se dan a sí mismos para servir a los demás. Siéntanse llamados a jugarse la vida. No tengan miedo de gastarla por Dios y por los demás: ¡La ganarán! Porque la vida es un don que se recibe entregándose. Y porque la alegría más grande, es decir, sin condiciones, sí al amor. Como lo hizo Jesús por nosotros”.