Al presidir la oración mariana del Ángelus del segundo domingo de Cuaresma, este 28 de febrero, el papa Francisco reflexionó con el Evangelio: “Ser lámparas del Evangelio es la misión del cristiano”, afirmó.
Asomado al balcón de la plaza San Pedro, el pontífice rezó junto a la multitud presente contemplando el relato de la transfiguración de Jesús: “Esa anticipación de luz, el rostro radiante de Jesús ante los discípulos asustados, a quienes había anunciado que sufriría mucho, sería rechazado y condenado a muerte, es una invitación para recordarnos, especialmente cuando atravesamos una prueba difícil, que el Señor ha resucitado y no permite que la oscuridad tenga la última palabra”, aseguró Francisco.
Ante la noticia de Jesús a los discípulos, el Papa imaginó los sentimientos que atravesaron: “La imagen de un Mesías fuerte y triunfante entra en crisis, sus sueños se hacen añicos, y la angustia los asalta al pensar que el Maestro en el que habían creído sería ejecutado como el peor de los malhechores. Y precisamente en ese momento, con esa angustia en el alma, Jesús llama a Pedro, Santiago y Juan y los lleva consigo al monte”.
Allí los tres “vivieron la extraordinaria experiencia del encuentro con Dios”, para el Papa, "la luz de la esperanza", “la luz para atravesar las tinieblas”, pues Jesús anticipa que “la muerte no será el fin de todo, porque se abrirá a la gloria de la Resurrección”. “Vivir esta ‘anticipación’ de luz en el corazón de la Cuaresma”, dijo Francisco, es “una invitación para recordarnos, especialmente cuando atravesamos una prueba difícil, que el Señor ha resucitado y no permite que la oscuridad tenga la última palabra”.
Esa luz “ilumina en profundidad el misterio de la vida y nos ayuda a ir más allá de nuestros esquemas y de los criterios de este mundo”, incluso cuando atravesamos situaciones de dificultad en la vida, en el mismo camino de fe.
En este sentido, Francisco recordó que “también nosotros estamos llamados a subir al monte, a contemplar la belleza del Resucitado que enciende destellos de luz en cada fragmento de nuestra vida y nos ayuda a interpretar la historia a partir de su victoria pascual”. Y advirtió que la sensación “es bueno estarnos aquí”, no se convierta en “pereza espiritual”. Porque, como hizo con los discípulos, Jesús mismo “nos devuelve al valle”. “Rezar nunca es escapar de las dificultades de la vida”.
En definitiva, “estamos llamados a vivir el encuentro con Cristo para que, iluminados por su luz, podamos llevarla y hacerla brillar en todas partes”. En efecto, la misión del cristiano es “encender pequeñas luces en el corazón de las personas; ser pequeñas lámparas del Evangelio que lleven un poco de amor y esperanza”.
Finalizando, invocó a la virgen: “Recemos a María Santísima para que nos ayude a acoger con asombro la luz de Cristo, a guardarla y a compartirla”.
Ayunar de los chismes
Después de la oración mariana el Sumo Pontífice unió su voz a la de los obispos de Nigeria, para condenar el secuestro de las 317 muchachas en una escuela, el viernes pasado, y llamó a rezar por ellas para que regresen pronto a sus hogares. Además, recordó que hoy es el Día mundial de las Enfermedades Raras, y señaló que la red de solidaridad entre los familiares, fomentada por las asociaciones que trabajan en ello, “es más importante que nunca”. Finalmente, saludó a los fieles y peregrinos, deseó a todos un buen camino cuaresmal, y recomendó un ayuno muy particular, que “no hará pasar hambre”:
“Les recomiendo un ayuno que no les hará pasar hambre: ayunen de chismes y murmuraciones. Es una forma especial. En esta Cuaresma no hablaré mal de los demás, no cotillearé... Y esto lo podemos hacer todos, todos. Este es un buen ayuno. Y no olviden que también les será útil leer cada día un pasaje del Evangelio, llevar el pequeño Evangelio en el bolsillo, en el bolso, y tomarlo cuando se pueda, cualquier pasaje. Esto abre el corazón al Señor”, concluyó.